Puerto Rico: El potencial del cooperativismo

El cooperativismo puertorriqueño posee un potencial enorme para sacar al paĂ­s de la crisis econĂ³mica en que se encuentra. Mucho antes de que la economĂ­a de Puerto Rico entrara en recesiĂ³n en marzo de 2006, varios portavoces del sector cooperativo propusieron ampliar el marco jurĂ­dico-legal dentro del cual operan estas instituciones para que comenzaran a financiar actividades productivas adicionales a las que hasta ahora se les permite. Ciertamente resta camino que recorrer para que el cooperativismo se convierta en actor protagĂ³nico de nuestro futuro econĂ³mico.

Creo pertinente destacar que, ademĂ¡s de los sectores de ahorro y crĂ©dito y de seguros, el cooperativismo promueve varias actividades adicionales en nuestra vida cotidiana: vivienda, transporte, agricultura, manufactura, farmacias, servicios profesionales, servicios recreativos o de entretenimiento, asĂ­ como empresas de consumo, comerciales y mixtas. Durante los meses mĂ¡s recientes se han organizado cooperativas para servicios integrales (entre ellos psicĂ³logos sociales y abogados), un centro de salud dirigido a gestar servicios para mujeres y niños, optĂ³metras y centros de cuido para personas de edad avanzada.

Los datos sobre el avance del cooperativismo son sorprendentes: al culminar el tercer trimestre del año en curso, las cooperativas de ahorro y crĂ©dito poseĂ­an mĂ¡s de $7,000 millones en activos, cerca de 840,000 socios y por encima de 2,800 empleados. Si a esas cifras añadimos las del resto de las cooperativas activas en otros sectores de nuestra economĂ­a, el total de activos supera los $8,500 millones, el total de socios los 930,000 y el nĂºmero de puestos de trabajo los 6,300. En sĂ­ntesis, al presente operan en Puerto Rico casi 400 empresas cooperativas.

La expansiĂ³n del cooperativismo de ahorro y crĂ©dito, aun durante los años de la recesiĂ³n mĂ¡s prolongada de la Ă©poca moderna, contrasta con la dramĂ¡tica caĂ­da en los indicadores de la banca comercial. MĂ¡s de una cuarta parte de los activos de las cooperativas constituyen capital de los socios, mientras en los bancos los accionistas poseen sĂ³lo alrededor del siete por ciento de su enorme caudal de activos. Mientras el valor de las acciones bancarias se redujo en mĂ¡s de $23,500 millones desde el año 2005 hasta el presente, en el caso de las cooperativas las acciones de los socios-dueños han ganado valor tanto en tĂ©rminos absolutos como relativos.

En otras palabras, la actividad cooperativista ha resistido el embate de la crisis econĂ³mica y ha creado ingresos y riqueza para sus socios en los tiempos mĂ¡s difĂ­ciles.

Pero lo que mĂ¡s contrasta del cooperativismo con otras formas de organizaciĂ³n industrial es que los propietarios de estas empresas son hombres y mujeres de todos los sectores sociales, especialmente asalariados, gente trabajadora y de clase media. Se trata, por lo tanto, de capital puertorriqueño puesto al servicio de los intereses de las grandes mayorĂ­as. Ésa es la particularidad que ha permitido que en otros paĂ­ses del orbe el cooperativismo ocupe un sitial prominente dentro de prĂ¡cticamente todas las actividades humanas.

No deberĂ­a haber restricciĂ³n alguna para que en Puerto Rico se organicen empresas cooperativas en todos los sectores de nuestra economĂ­a. DeberĂ­an eliminarse las objeciones para que los activos del movimiento cooperativo impacten de forma directa todas las actividades productivas que la banca comercial no estĂ¡ dispuesta a financiar, mucho menos despuĂ©s que culmine la crisis financiera global. ConstituirĂ­a un paso enorme desde todo punto de vista que las comunidades pobres, los pequeños empresarios de la agricultura, del comercio y de la manufactura, entre otros, tuviesen el respaldo absoluto del andamiaje institucional para que se organicen como empresas cooperativas y creen los eslabonamientos con el sector de ahorro y crĂ©dito, de seguros y de otros servicios fundamentales.

El escenario propuesto no es una quimera. Es, a mi juicio, uno de los elementos esenciales para sacar a Puerto Rico de su crisis econĂ³mica estructural y para encaminarnos hacia el desarrollo autosostenido y la superaciĂ³n de la dependencia.
ayu
(Autor: Edwin Irizar Rymora) Fuente: http://www.argenpress.info

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