Perú: Cooperativismo en el Alto Huallaga, el reto de la mujer campesina


El cooperativismo organizado posé un balance positivo en el desarrollo de numerosos países. Tiene antecedentes de lucha pertinaz contra un sistema injusto que propicia la concentración del capital en pocas manos. Capitalismo que logra el éxito a costa de la pobreza de las mayorías. Un sistema cuya satisfacción Per se es la acumulación de la riqueza, responsable del hambre y la hambruna en el mundo.

El cooperativismo impulsa el desarrollo socioeconómico mediante: la democracia participativa, la libertad de adhesión, la solidaridad, la educación persistente y la autorregulación de principios y valores éticos.

La cooperativa Agraria Industrial Naranjillo que cumplió 45 años de fundada, se ha convertido en emblemática del cooperativismo agroindustrial peruano y en el presente año recordará los 25 años de inauguración de la planta agroindustrial para el procesamiento del cacao, que será el próximo 15 de setiembre. Pese a las dificultades y frustraciones, mantiene intacta la esperanza de 5 mil cacaoteros y cafetaleros que aportaron con 820 mil dólares para la compra de la maquinaria, equipos e instalaciones, de una inversión total de 3 millones de dólares.

Recordamos como si fuera ayer la titánica tarea que desarrollamos durante 6 años, para demostrar que los agricultores junto al banco agrario y las naciones unidas si fuimos capaces de convertirnos en industriales, aunque hasta hoy no haya logrado una gerencia y una gestión directriz eficientes, con responsabilidad y cariz humano, capaz de otorgarles los beneficios que reclaman con insistencia.

El Comité de Desarrollo de la Familia (Codesfa) de la cooperativa Agraria Industrial Naranjillo, debería ser proyectado para mejorar las condiciones de la mujer rural y lograr la participación integral de la familia cooperativista. Porque no obstante el escaso presupuesto, las limitaciones logísticas y las distancias entre los comités sectoriales (16), lograron en solo 3 años la participación planificada en las reuniones de capacitación, en las jornadas de trabajo, en los concursos gastronómicos y en ejercitar progresivamente los derechos a la información, al debate y al aporte, dejando atrás la actitud de actores secundarios en el proceso productivo y administrativo.

Las barreras al cooperativismo serán más fáciles de superar si se considera la participación igualitaria de la familia. En el caso de la mujer cooperativista, aunque se avanzó algo, todavía hay mucho por hacer. La participación de la mujer en los puestos clave de dirección es limitada porque los cargos siguen ocupados en su gran mayoría por los hombres.

La sociedad posee patrones culturales arraigados en asignar a la mujer el papel de madre y ama de casa y subestimar su capacidad de contribuir en el proceso de producción económica. Las responsabilidades familiares que agobian a la mujer campesina, tienen que ser superadas progresivamente y en el corto y mediano plazo.

En los últimos años han surgido cooperativas en las que destacan las mujeres como trabajadoras y colaboradoras. Participación que debe manifestarse también en la toma de decisiones y en el liderato de las instituciones.

Reafirmar nuestro compromiso con la erradicación de actitudes discriminatorias hacia la mujer puede ser un paso inicial que está al alcance de todas y todos. Luego hagamos un compromiso para atender las necesidades de las mujeres implantando procesos de consulta y educación, garantizando siempre la participación democrática y si fuera necesario, confiando las estructuras para asegurar ese avance, en el objetivo de la transformación que queremos para nuestra sociedad: Una más justa e igualitaria.

Insistimos. El cooperativismo es un sistema que impulsa el esfuerzo colectivo como instrumento social, antes que como estrategia tecnócrata por/para el lucro. Un sistema en el que el éxito de las empresas cooperativas significa pérdida de poder de los grupos que pretenden el dominio total, con la ficción de que solo ellos pueden generar desarrollo, bienestar y progreso.

En el pasado, presente y futuro de las cooperativas encontraremos un denominador común: Surgen para atender necesidades del ser humano. Las cooperativas no son entes inflexibles, sino instrumentos hábiles para enfrentar los retos de un mundo cambiante.

Las necesidades cambian, como cambian los momentos históricos de cada pueblo, que lucha por lograr mayores posibilidades de desarrollo, de un mejor porvenir, de lograr equidad en la distribución de las utilidades.

El modelo económico capitalista se derrumba, solo se mantiene gracias a los miles de billones de dólares de subsidios y fondos no reembolsables, la crisis de octubre 2008 es un ejemplo de ello, el denominador común: Sacrificar al pueblo. El desarrollo de los pueblos basado solo en la inversión extranjera, es una postura demagógica, cuando no una utopía.

Un país que sufre los embates de políticas que limitan sus posibilidades de crecimiento y que enfrenta las ineficiencias de su burocracia, de un sistema fiscal que castiga a los trabajadores del campo y la ciudad y compensa a los dueños del capital. Es decir, la torta para los poderosos y las migajas para el débil. El reto es vencerlas, el reto es enfrentarlas, el reto es unir voluntades individuales a favor de un bienestar colectivo.

En los planes de desarrollo del capitalismo, no se habla del cooperativismo o de las empresas de los agricultores, menos de modelos autogestionarios como protagonistas. Los incentivos gubernamentales son para los grandes empresarios o representantes de las multinacionales extranjeras que generan empleos inmediatos, muchos de ellos de jornada parcial sin beneficios básicos y sueldos marginales.

Fuente: http://leyendadelhuallaga.blogspot.com

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